jueves, 5 de noviembre de 2009

La Verdadera Historia del Viejito Pascuero (Escrita por el Tío Dany)



Todo esto comenzó hace mucho, pero mucho tiempo, en un lugar de las afueras del Polo Norte, en donde un hombre viejo, de cabello blanco y barba rizada se hacía acompañar de su único nieto, un niño de tan sólo seis años, junto con su perrito regalón compartían la gran parte del día. Para éste hombre el niño y su perro era toda su familia, nunca supe que pasó con los demás, las veces que le preguntaban, él se emocionaba a tal punto de que no podía hablar.

Y así transcurría el tiempo, el niño jugando con su perro y el hombre trabajando para poder sostener su casa. Éste hombre hábil con sus manos, se ganaba la vida como carpintero, trabajaba tan bien que siempre era buscado, por lo tanto, no siempre tenía el tiempo para poder jugar con su nieto, así se lo decía. Pero un día, éste señor quizo recompensar a su nieto que amaba con todo el corazón, haciéndole con sus propias manos un juguete de madera que el nunca lo olvidaría. Era tanto su afán de poder terminar, que a veces se pasaba la noche entera trabajando hasta que el sueño lo vencía. Por otra parte, el niño con su curiosidad de niño y sus preguntas de niños, quería saber cual era la sorpresa que su abuelo le estaba preparando, pero tuvo que esperar porque el abuelo más hábil que él, siempre supo mantener el secreto.

Ya estaban pasando los primeros días de diciembre, el frío se hacía sentir, la nieve que caía en forma abundante tapaba todos los lugares que encontraba a su paso, era un panorama muy hermoso, pero a la vez un poco peligroso, en la superficie se hacían grietas de algunos metros de profundidad, por lo cual, había que andar con mucho cuidado, el abuelo siempre se lo repetía a su nieto, que no se alejara mucho de ese lugar.

Pero cuando por fin dio por terminado ese juguete que tanto anhelaba, que tanto tiempo le costó, el abuelo se sentía orgulloso de lo que había creado, se trataba de un caballito de madera, un caballito lo más parecido a uno de verdad, con sus ojos tiernos que reflejaba todo el amor que éste abuelo había puesto en esa tarea, si hasta montura tenía. Pero ya no aguantaba más las ganas de mostrarle a su nieto éste hermoso caballito, y salió a buscarlo, lo llamó un montón de veces y el niño no contestaba, gritó con todas sus fuerzas pero no hubo caso, pareciera que el niño no estaba cerca, el abuelo se puso pálido y un miedo recorrió todo su cuerpo, luego corrió en todos los sentidos desesperado, con lágrimas en los ojos, pero el niño no aparecía. Pasaron algunas horas y la desesperación seguía aumentando, algunas personas que vivían cerca de ahí, dijeron haberlo visto detrás de su perro, pareciera que el perrito se había escapado y el niño como fiel compañero no pudo resistir las ganas de ir en su búsqueda, por esa razón pudieron haber tomado caminos diferentes. Pero la noche se acercaba y el abuelo acompañado por un grupo que conocía muy bien la zona, salieron al rescate, el tiempo era muy importante, sabían que si no lo encontraban al caer la noche tenían que parar la búsqueda, ponían todo de su parte pero era inútil, el abuelo con ojos llorosos gritaba desesperado -¡Por favor encuentren a mi nieto! - pero fue inútil, la oscuridad de la noche hizo difícil seguir con la búsqueda, el abuelo cansado de correr y gritar no quería detenerse, sus compañeros de búsqueda tuvieron que detenerlo, hasta que por fin se sentó frente a una fogata con la mirada perdida frente al lugar que podría estar su nieto. Durante esa noche interminable, se le pasaron muchos recuerdos por la cabeza, algunos felices y otros no tanto, pero siempre con la esperanza de poder encontrar a su nieto sano y salvo, se decía, que carita de contento va a poner cuando vea a su caballito, y los ojos del abuelo se volvían a emocionar.

Hasta que por fin llegó el amanecer, el frío de la noche fue insoportable, pero ni la espesa niebla pudo detener la búsqueda de éste desesperado abuelo. Inició su partida primero que los demás, caminó varios kilómetros en dirección al punto que su corazón le indicaba, pero de pronto algo muy extraño le sucedió, se detuvo de golpe, pareciera que algo o alguien le estuviera indicando el punto exacto en donde encontrar a su nieto, corrió y buscó en cada centímetro de ese lugar, hasta que por fin después de tanto buscar, lo encontró allí, en un agujero en no más de un metro de profundidad, estaba el cuerpo de su nieto que tanto amaba, congelado de frío, blanco como papel, abrazado a su perro, ese amigo incondicional que lo protegió del frío durante toda la noche.
El abuelo desesperado gritaba de dolor -¡Mi nieto, se muere!, ¡Por favor, que alguien me ayude! – pero sus suplicas no eran escuchadas, y el abuelo tendido en el suelo, abrazando a su nieto con fuerza, no dejaba de llorar, estuvo así durante algunos minutos en esa posición, gritando enloquecido. De pronto como por arte de magia, aparece un hombrecito que estira su mano y le toca la cabeza, y le dice -¡Levántate buen hombre!- , éste anciano sorprendido por lo que estaba viendo, dejó de llorar, y sólo algunas lágrimas le caían de su rostro, no podía creer lo que estaba viendo, esta persona con sus orejas grandes y una mirada muy tierna le decía, - ¡Ten fe, buen hombre!- tu nieto va a estar bien, y así fue, el niño que estaba tendido en el suelo, blanco como papel, empezó de a poco recuperar los colores. Abrió lentamente sus ojos y dirigió su mirada a su abuelo, el viejo sorprendido no sabía que hacer, no sabía como agradecer a este hombrecito que vestía de verde, ya no lloraba, una gran alegría le invadía todo su cuerpo, estaba tan feliz que le decía a éste hombre de verde
- ¡No se como recompensar lo que acaba de hacer!- pero éste señor que llevaba unos zapatos con unas campanitas en su punta, le contestó - ¡Yo sé que eres un hombre bueno, hábil con tus manos, tú puedes hacer felices a muchos niños si es que te lo propones, por lo tanto tu tarea de hoy en adelante, es trabajar para ellos, y no te preocupes por nada, yo y mis hermanos estaremos siempre de tu lado! – y el hombrecito tal como llegó, desapareció.

El abuelo tomó a su nieto en sus brazos, feliz de tenerlo con vida, se dirigieron a su casa, junto con su perro y con la promesa de que cada 25 de diciembre, día de navidad, todo niño tendría un regalo parecido a su caballito de madera.



FIN

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